12. AGENTE DEL CAOS.



Apenas puse un pie en el local que la tensión en el ambiente me dejó paralizada. Sin duda alguna había subestimado la preocupación de Sasha por lo que estaba ocurriendo. Y aún y viéndolo con mis propios ojos me parecía realmente difícil de creer; Tanya sentada en un taburete de la barra con las mejillas y las orejas prendidas en un color granate ira jamás visto, Diana apoyada en la primera mesa de la sala con la mirada desorientada y Cloe con la cara entre las manos, el ceño fruncido y mascando palabras en una esquina del comedor. Con un toque en el brazo, Sasha me hizo saber que iba a ver como estaba Cloe y yo, tras analizar mis opciones y temer por mi integridad física si me acercaba a Tanya, me incliné por el aletargado estupor de Diana.

- Ey –me senté a su lado en la mesa –¿Estás bien?

- Ey –respondió ausente.

- Diana –quise centrar su atención –¿Qué ha pasado?

- No lo sé –se encogió de hombros –Estábamos desayunando en casa de Maite y se le han cruzado los cables.

- ¿Dónde está?

- En el baño –se unió Tanya exhibiendo su habitual rojo gruñón –Me ha puesto de los nervios con tanta tontería, le he soltado un par de gritos y se ha encerrado. ¿Sabías que anoche casi se zurran?

- ¿Qué? ¡No! –me sorprendí –Anoche estuve con ellas y te aseguro que todo fue bien –recordé lo confuso de verlas sin discutir –Demasiado bien, incluso.

- ¿Anoche estuviste en el Lesway? –se sumó Cloe.

- Sí.

- ¿Y dices que todo fue bien? –preguntó Sasha

- Sí –pero la mirada de reojo que compartieron las cuatro me hizo sospechar –Antes has dicho que Maite se lo contó en el Lesway – y Sasha afirmó –Porque Sharleen se lo pidió –asintió de nuevo –Así que fue por eso –até cabos –Sharleen me sacó a toda prisa del local y luego Lora vino detrás nuestro amenazando con mandarla de vuelta a Boston de una patada en el trasero –les conté a las chicas –Se lo diría entonces.

- ¿Y luego? –demandó Cloe

- Y luego no lo sé. Nos fuimos –alegué.

- ¿Cómo que os fuisteis? –desaprobó Tanya –¿Os largasteis sin más?

- Cariño, se fue con Sharleen –matizó Diana.

Pero lejos de la reacción que me esperaba a base de regodeos y bufonadas al destapar lo mío con Sharleen, volvieron a mirarse entre las cuatro en un prolongado silencio.

- No mola nada cuando hacéis esto –protesté incómoda.

-¿Sabéis qué es lo que no entiendo? –reanudó Diana –Por qué la toma con Sharleen y no con Maite.

- Se nos escapa algo –advirtió Tanya.

- Sí, la fuerza por la boca –al fin Lora hacia acto de presencia, ojerosa, sollozante, pálida y con la voz medio rota –¿Estamos todas o queréis avisar a alguien más? –reprochó mordaz.

- Avisaré a Maite – y móvil en mano, Tanya salió del local.

- ¿Vas a mandarme a la mierda si pregunto cómo estás, verdad? –se acercó vacilante.

- Sí –apoyó su cabeza en mi hombro.

- Arreglaremos esto, no te preocupes –alentó Diana de camino a la barra para pagar la cuenta.

Me hubiera gustado tantísimo poder compartir el optimismo de Diana. Pero después de sus palabras sobre a quién y porqué culpaba Lora, me pesaba de sobremanera saber de más y habérmelo callado. Quizás Sasha tenía razón y debíamos contarlo, por si tal y como empecé a presentir tenía más importancia que la de un simple error del pasado.

- Cuando queráis –se asomó Tanya por la puerta.

A medida que nos acercábamos al portal de Maite y menos tiempo me quedaba para tomar una decisión, con mayor insistencia buscaba la atención de Sasha. Aunque no fue hasta llegar al ascensor y separarnos en dos grupos cuando tuve mi oportunidad.

- Nosotras subimos a pie – arrastré conmigo a Sasha escaleras arriba.

- ¿Estás pensando lo mismo que yo? –se dio cuenta

- No lo sé. ¿En qué estás pensando?

- Yo he preguntado primero –reivindicó.

- Creo que deberíamos contarlo. –nos detuvimos en el primer rellano.

- Pues no pensamos lo mismo.

- Espera, ¿en qué estás pensando tú? –quise saber.

- Que fue con Sharleen. –retomó la subida

- Vale. No quería saberlo –admití –¿Eres consciente de lo extraño que suena, verdad? -–abordé el segundo tramo de escaleras huyendo de esa visión en mi mente.

- Sí, claro, pero piénsalo, ¿qué clase de secreto confiesas con una copa de más que te hace enfadar cuando la otra persona se va y te desquicia cuando vuelve?

- Sexo –afirmamos a la par –¿Y si no fue con Sharleen pero también lo sabe? –razoné una alternativa.

- Y Lora ha enloquecido por miedo a que con su vuelta salga a la luz lo ocurrido –argumentó –Puede ser.

- Pues lo hablamos con Sharleen, ¿no? –llamé a la puerta – Si tiene algo que ver con lo que pasó y lo que pasó con esto…

- Y si no lo tiene, sabrá algo que prometimos no contar –interrumpió – Y en el peor momento posible –señaló el timbre de Maite descolgado de la pared.

- No dirá nada – avalé por Sharleen.

Armé el puño en alto para llamar de nuevo con más firmeza cuando se abrió la puerta y volví a quedar atrapada en su mirada, intimidante y firme, con la misma intensidad que recordaba. Pero también recordaba la disparatada lista de órdenes que me dieron las chicas la noche anterior, no apartar la mirada, no hablar y no sonreír, y la situación se tornó algo extraña.

- Hola – saludó con una tenue sonrisa en sus labios.

- Hola – respondí instintivamente – ¡Ay, no! – renegué en voz baja al darme cuenta de que había hablado y aparté la mirada – ¡Ich, tampoco! – y recuperé al instante el contacto visual con los ojos bien abiertos y las cejas alzadas dispuesta a mantenerlo fijo esta vez pero con los labios contraídos hacia dentro para evitar cometer el primer error de nuevo. Entonces la vi esbozar una completa y suave sonrisa y contagiada por su acto, extendí las comisuras de mis labios hacia los laterales ofreciéndole una grotesca respuesta. Y al darme cuenta de que había roto el tercer aviso, fruncí el ceño espantada de mi propia conducta.

- ¿Vais a pasar? – me observaba divertida.

- A mí me gustaría – reclamó Sasha dándome una palmada en el trasero.

- ¡Oh, por Dios! – me tapé la cara con ambas manos y cruce el umbral realmente abochornada.

Llegué apresurada al salón y di con las expresiones de Sharleen y Maite, que tras presenciar mi breve pero intenso momento de paranoia, me miraban entre confundidas y burlonas.

- ¿Qué demonios ha sido eso? – preguntó Maite.

- ¿Eso? Culpa tuya, por hacerte caso – rechisté y al llegar hasta Sharleen le di un beso.

- Hola a ti también – y con sus manos en mis mejillas, Maite me besó inesperadamente

- No era necesario –protestó en voz baja Sharleen.

- ¿Qué? ¿Tú también quieres uno? – y Maite le estampó otro a Sharleen.

- Iba a acercarme a saludar, pero paso – objetó Sasha – Sharleen, ¿podemos hablar?

Sharleen recogió sus cosas del sofá y nos siguió hasta la habitación justo cuando el resto llegaban y mientras acomodábamos las chaquetas y las respectivas bolsas sobre la cama, antes de poder preguntarle sobre lo que estaba pasando, tomó la iniciativa.

- ¿Vais a contarme qué sabéis? – nos cogió por sorpresa – Oh, vamos, tú no te has extrañado cuando te ha dicho que Maite no la engañó – me señaló – Y Sasha, no te ha extrañado que no se extrañara, así que, ¿Qué sabéis?

- Íbamos a preguntarte lo mismo – planteó Sasha.

- Volví hace una semana – replicó – ¿Qué voy a saber?

-¿Algo de antes de marcharte, quizás? –sugerí.

- Más le vale – afirmó severa Tanya entrando en la habitación e increpándonos con la mirada para que saliéramos. Nos unimos al corro formado por el resto alrededor del salón.

- Sólo quiero hablar con ella, joder – protestó Lora.

- Ya te lo he dicho, puedes decirme lo que quieras delante de las chicas – expuso Maite.

- ¡Tú! – Lora reparó en la presencia de Sharleen – ¡Todo esto es por tu maldita culpa!

Quise interponer mi cuerpo entre ambas y frenar el descontrolado avance de Lora hacia Sharleen cuando la chica misteriosa se me avanzó y con una simple mirada, no sólo la detuvo, sino que la hizo retroceder. El resto, permanecieron en silencio con su atención puesta en Sharleen.

- Para que quede claro de una vez por todas y por si alguien más se lo está preguntando; no sé nada. ¿De acuerdo? No tengo ni la más mínima idea de lo que está pasando – aclaró preocupada.

- Que has vuelto –acusó Lora.

- No te ha importado lo más mínimo mi vida los últimos cinco años, ¿Por qué te importa ahora tanto que haya vuelto? – reprochó Sharleen

- Porque sabía que esto pasaría, sabía que traerías contigo toda tu mierda.

- Que… Mi mier… – Sharleen tomó una profunda bocanada de aire – Vale, lo entiendo. Es por lo de anoche. Me metí donde no me llamaban. Lo siento.

- Lo entendemos todas – medió Diana – Pero cualquiera de nosotras nos habríamos metido si lo hubiéramos sabido antes.

- ¿En serio os vais a tragar que esto es por lo de anoche? –intervino Tanya – Lleva molesta desde que supo que Sharleen volvía.

- Lleva molesta desde que se fue – corrigió Cloe.

- Y como siempre, todas bailando a tu son – se mofó Lora.

- Me pareció lo correcto, creí que era justo que supieras la verdad – justificó Sharleen y el resto asentimos de acuerdo con ella.

- ¿La verdad? Bien, tengo unas cuantas verdades para todas.

- Lora, no… –quise detenerla sin demasiado éxito.

- Tanya, tú querida Diana se ve desde hace meses con Lucía. Cloe, Sasha se va de Erasmus este verano. Maite, ay Maite…

- Lora. Ya es suficiente. – vi clarísimo cual era la parte que le tocaba a Maite.

- Oh, cierto. Yolanda, ella es Isis, el nuevo juguete sexual de Sharleen. Isis, ella es Yolanda, la ex-zorra de Sharleen. Y para ti, la verdad de la que huiste. Pobrecita Sharleen – empezó a relatar en tono burlón – Que una buena mañana fue a ver a su enamorada y la muy golfa estaba con otra.

- ¿Has terminado? – instó Sharleen visiblemente molesta.

- Veamos, cuernos, mentira, cuernos, juguete sexual, zorra – enumeró Lora 
 Tienes la puerta al fondo, puedes salir corriendo cuando quieras.

- Siento fastidiarte la fiesta Lora, pero yo no me fui porque Yolanda estu - se detuvo en seco.

Se quedó ausente un buen rato, con la mirada vacilante entre varios puntos del salón, cómo si buscara algo que había perdido, con una expresión cambiante en su rostro, desde el acero más frío hasta la perplejidad más extrema y murmullando en silencio. Yo, por mi parte, oscilaba inquieta entre el repentino estado de Sharleen y la frialdad que mostraba Yolanda por lo que estaba sucediendo. “Su ex”, me repetí sorprendida. Y me acordé de lo sucedido anoche, de cómo Sharleen pasó por delante de mí con la más absoluta de las indiferencias al salir del Lesway con ella. Y la marca rubí en su cuello al volver. “Me enamoré como una cría” recordé sus propias palabras.

- ¿Cómo sabes tú eso? – reaccionó al fin Sharleen con la voz ahogada y la mirada encendida.

- Ya no te gusta tanto la verdad, ¿hum? – desafió Lora.

- Me sobra uno – interrumpió Cloe – Tanya, Isis, Yolanda y yo son cuatro – contó con su mano izquierda – Y ha dicho cinco – levantó la derecha al aire y empezó a contar – Cuernos, mentira, cuernos, juguete sexual y zorra ¿no?

- Cloe, ¿en serio? – reprendió Tanya

- Pero es que me sobra uno – insistió convencida.

Y mientras todas repasábamos la cuenta de nuevo y a pocas nos cuadraba, desde la esquina del salón donde permanecía Sharleen, llegó un amargo suspiro en forma de exhalación temblorosa y quebradiza. 

- No te sobra nada – afirmó Sharleen con una sarcástica sonrisa en los labios – Madre mía, llevas tanto tiempo con la cabeza metida en tu propio culo, que ya no distingues de quien es la mierda en la que te ahogas – le dedicó a Lora, se hizo con el paquete de tabaco de Maite y salió por la puerta del balcón.

- Yo iré –se ofreció Maite cuando algunas dimos un paso para ir tras ella.

El resto nos quedamos en nuestro lugar manteniendo el círculo y sumergidas en un engorroso silencio, mirándonos unas a otras sin que ninguna se atreviera ni tan solo a pestañear.

- Cariño, puedo explicarte lo de Lucia – empezó Diana

- No hace falta. – aseguró Tanya serena – Te conozco y sé que tu propia moral te habría vuelto loca si se te ocurriera engañarme. 

- ¿Y tú, te vas? – tomó la palabra Cloe con unos morros hasta el suelo a punto de hacer pucheros.

- No. Nos vamos – reveló Sasha – Aun no quería decirte nada porque me faltan un par de cosillas por arreglar pero, tengo un billete para ti y he encontrado un apartamento a las afueras de Londres.

- Oh, por favor –desdeñó Lora – Buscaros una habitación. Lejos de aquí.

Sus palabras llamaron de sobremanera mi atención. Porque ya las había escuchado antes y no hacía demasiado, aunque en ese momento no pudiera recordar cuando o donde fue. Lo que sí sabía era cuanto me apetecía una copa del vino olvidado en una esquina de la mesa del comedor y lo bien que me vendría para bajar el insistente nudo en la boca del estómago que se me formó con la diarrea verbal de Lora. Así que fui a la cocina a por una copa.

- Parece que no nos han presentado en el mejor momento – Yolanda entró en la cocina con la botella de vino en la mano y recogió una copa de la encimera con la otra.

- Ni de la mejor manera – tuve que admitir al invocar en mi mente las palabras de Lora.

- ¿Puedo? – me llenó la copa mientras yo la observaba fascinada, no sólo por su porte, su elegancia y su evidente sensualidad, sino porque a pesar de lo ocurrido seguía manteniendo su actitud glacial e impasible. 

- ¿Por qué la dejaste marchar? –me venció la curiosidad.

- Oh, princesa. Me temo que eso no es asunto tuyo, en absoluto – apoyó su cadera en la encimera – Pero me gusta tu atrevimiento – me incomodó de repente su sonrisa –¿Acaso tú eres un juguete?

- No –respondí con la boca pequeña.

- Entonces no des por hecho que yo soy la zorra – se sirvió su copa.

- Sharleen se fue sin más – reveló Tanya desde la entrada de la cocina – De la noche al día nos enteramos de que se iba.

- Y porque Maite nos lo contó – se unió Diana – ¿Queda vino?

- Sacaré otra – Yolanda sacudió al aire la botella vacía.

Regresamos al salón y tal como había ocurrido en la cocina, los ánimos también habían cambiado por completo; sentadas en el sofá, Cloe y Sasha arropaban a una desconsolada Lora. Sasha me miró apenas un segundo pero me bastó para comprender el nuevo giro en el ambiente.

- Fue con ella – comprendí, ganándome la atención del resto – ¿Puedo contarlo ya? 

Febrero de 2004, se cumplía el primer aniversario de la marcha de Sharleen y las chicas, por algún macabro sentido de la amistad, decidieron que era buena idea quedar todas y salir a celebrarlo, algunas en su nombre y otras por su ausencia, como Lora. A mí, que apenas hacia unos meses que las conocía, me pareció genial pegarme una noche de fiesta con ellas sin que me importara por qué causa fuera, sino salir. 
El plan era juntarnos en Aire a primera hora y cuando nos echasen, por que para entonces cerrábamos locales noche sí y noche también, bajábamos para Arena y esperábamos a Maite en la puerta de los sellos. Pero aquella noche y cuando Maite llegó acompañada y Lora empezó a gruñir por todo, Sasha nos propuso una alternativa antes de que la fiesta se echara a perder; ir al Imagine. Una amiga suya pinchaba en el local y siempre le insistía con que deberíamos pasarnos.  Y salvamos la noche. En especial Lora y la amiga de Sasha, que tuvimos que despegar por la fuerza si queríamos volver a casa. Entonces, mientras bajábamos por Balmes, Lora soltó la bomba; nos contó que una noche de hacía poco más de un año, de la misma fortuita manera y por el mismo motivo, huir de Maite, acabó engañándola con otra chica. 

- ¿Estás insinuando que fue con Yolanda? – se escandalizó Tanya
 
- Y lo que ha dicho de que la pilló en su casa con otra, era con Lora. – aclaró Sasha.

- Pensábamos que lo sabía y que por eso se fue – confesó Lora.

- Pero si Sharleen no sabía nada de esto ¿Por qué se fue? – señaló Diana.

Y al fin, una muestra de humanidad en el rostro de Yolanda mientras servía el vino, realmente ínfima, prácticamente nula, una pequeña mueca en sus labios dándome a entender que apenas habíamos empezado a tirar del hilo.
Maite y Sharleen volvieron del balcón; la primera, envuelta en una temible y espesa nube negra de desprecio, la segunda, enfundada en su traje de impasibilidad y la mirada fija en Yolanda. Por sus caras, ya lo sabían. 

- Maite – quiso hablar Lora.

- Ni se te ocurra – sentenció Maite y tras ir a la habitación y sacar las cosas de Lora, rebuscó en su bolsa de mano, sacó un manojo de llaves, se las pasó a Yolanda  y lanzó la bolsa y su chaqueta sobre Lora – Fuera. 

- Maite, por favor – quiso mediar Diana.

- ¿En serio? ¿Sigues defendiéndola? – azuzó Maite – Porque puedes irte con ella.

Diana se encogió de hombros y fue a por sus cosas y las de Tanya, pero al salir y cuando se las alcanzó, Tanya dio un paso atrás.

- Yo me quedo. Te veo en casa más tarde.

- Yo también – enunció Sasha – No te veo en casa, digo que me quedo.

- ¿Sasha? – protestó Cloe tras seguir los pasos de Diana y salir cargada de la habitación.

- Tengo una última verdad para ti, Lora; has conseguido lo que una década no, separarnos – sentenció Sharleen – Enhorabuena.

- Chicas, vamos, no hagáis esto – rechacé a lo que estábamos llegando.

- Vete – la escuché detrás de mí – Te pregunté si sabías algo.

- ¿Sharleen? – la miré alarmada.

- No te quiero aquí. – pero apenas pude reconocer su mirada, hostil y cruda, cabizbaja e inundada en lágrimas.

Recogí mis cosas lo más deprisa que pude y me uní al resto de desterradas en el rellano. Y eso fue lo más lejos que llegué antes de romper a llorar.